Atrás quedó casi el año entero. Cierro los ojos y todavía puedo sentir el abrazo de celebración con cada una de las personas que estamos siempre y al perro temblando por el miedo a lo que para sus oídos es caos. Día tras día fuimos construyendo nuestra propia experiencia de vivir, aventuras reales, con aciertos y no tantos, pero con la convicción de haberlo hecho de corazón y de verdad.